Si regalar armas -incluso de juguete- es algo bastante reprobable, también lo será mantener costumbres salvajes por muy ancestrales que sean, digo yo. Por eso me llamó la atención el escaparate de la juguetería «El barato» de la calle Zamora de Salamanca. Allí se encuentra una versión miniaturizada de la salvajada «cultural» que se llama corridas de toros. Convertir a los tiernos infantes en buenos y respetuosos ciudadanos, considerados y empáticos, pasa por evitar educarlos en la tortura y muerte gratuitas de los pobres cornudos. Afortunadamente a la gente joven cada vez le interesan menos estos llamados «espectáculos» que aún perviven*. Hace unos días en un artículo de no-sé-que-periódico digital decían que en los últimos años se ha reducido un 30% el número de corridas (de toros, se entiende) a pesar de lo cual ha aumentado un 35% el número de profesionales inscritos en esas actividades. No acaba de cuadrarme la razón, pero así es. Los números, claro, son de memoria, así que igual están errados. Pero ahí queda.
Resumen: otra razón más para odiar la navidad y los reyes (magos, claro).
* Nótese que la violencia no ha disminuido, ahora es virtual y se trata de matar pero en una pantalla y virtualmente. Algo es algo.