Como colofón a las entradas de blog de esta temporada les invito a ver este curioso belén que estaba en exposición en Béjar. Tiene pelotas la cosa, indubablemente.

Recurso de pataletas y lamentaciones de un sufridor de la navidad
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Como colofón a las entradas de blog de esta temporada les invito a ver este curioso belén que estaba en exposición en Béjar. Tiene pelotas la cosa, indubablemente.
Esta foto está tomada hace apenas una hora. En El Corte Inglés de Salamanca el propio día 6 de enero se retira el cartel navideño y se coloca el de las rebajas. El mundo debe seguir el curso consumista cuyo final es la pared llamada recursos limitados del planeta. Hacia la cual, dicho sea de paso, vamos acelerando con alegría inusitada.
Hala, a comprar, a comprar que el mundo se va a acabar como decía mi amiga Mariangeles Vilches.
Comentaba en esta entrada de hace pocos días el esquilmado de musgo que en estas fechas tiene lugar. Especie protegida que, da igual, es recopilada depositada sin vergüenza alguna en las decoraciones. No se trata de unos centímetros cuadrados en algunos casos, como este cuya foto pueden ver más abajo. Se trata del belén que año tras año montan en la iglesia del Salvador en Béjar y que ocupa -calculo yo- cerca de 30 m2, muchos de ellos cubiertos por el desgraciado musgo.
En la foto se puede ver un rinconcillo del enorme engendro que este año tenía hasta pirámides y esfinge, amén de figurillas en movimiento y las consabidas corrientes de agua. Había por allí un paisano que buscaba un pez en un laguillo, no sé si por vacilar al personal o por entablar conversación para darle la paliza a los visitantes, me creo que más bien lo segundo vista la coña que su acompañante les estaba dando a una pareja de turistas
Pocas veces se ver comunidades de vecinos tan bien avenidas como esta de Béjar donde casi todos se han puesto de acuerdo para llenar los balcones, terrazas y ventanas de lucecillas. La pobre foto que acompaño ilustra aproximadamente el efecto.
Luego me he enterado de que había un concurso, lo que le ha quitado un poco de mérito, pero no mucho.
No hay año que no vea un belencito con cerdos. Ni uno solo, ni hecho en casa, ni en el cole o en alguna institución. Nada, que de cultura andamos flojos, muy flojos, lo que nos lleva a ignorar que los judíos no comen cerdo. Y ese Jesusito niño que todos estos misterios emulan era, no se olvide, judío hasta la médula: de padrastro y madre. Del padre no sabemos vista la historia que nos cuentan.
Resumiendo: que de cerdos nada de nada. Así que vayan quitando los choncitos para la próxima temporada, porfa.
Somos depredadores de la peor clase: por diversión, por estética.
Es -o debería ser- sabido que el musgo es una especie vegetal protegida. Pero nos da igual, llega la puta navidad y salimos a arrancar musgo de las piedras para hacer nuestras decoraciones. La foto es de Béjar, lugar donde el musgo abunda, pero si todo el mundo hiciera las tropelías que los de la foto (la instalación es como 10 o 12 veces lo que se ve) dentro de pocos años el musgo sería un recuerdo.
Respetemos la naturaleza, joder, que queramos o no somos parte de ella y de ella depende nuestra existencia.
No me refiero a los imbéciles que circulamos por las calles mirando las pantallas pasmados y moviendo los dedos índices o pulgares como posesos. No. Ni a las miríadas de estúpidos que pueblan los cines comiendo palomitas y sorbiendo aguas negras azucaradas. Tampoco.
En este caso -y en este blog- hablo de la puta navidad y sus tropelías. Una de ellas la lumínica que, hace ya años, cambió las bombillitas de incadescencia por los más modernos y eficientes diodos electroluminiscentes más conocidos por su acróstico -en inglés, claro- LED. Como consumen tan poquito, se estropean/funden tan poquito -ejem- y son tan baratitos pues hala, a colocar lucecitas a millones por el ancho y largo del planeta. Así que de ahorrar energía nada, porque donde antes había -por decir algo- 10 luces de 1 watio ahora tenemos 1000 de 10 miliwatios (=10 watios). En román paladino significa que hemos dividido el consumo de cada luz para aumentar el consumo total al menos en 10 veces echando cuentas gordas. Y eso todo para fomentar el consumo desaforado de estas fechas en cosas inútiles.
Así nos va a ir en el futuro, amiguetes, porque recuerden el refranero «días de mucho vísperas de nada». Pues hala «a gastar, a gastar que el mundo se va a acabar» decía una vieja amiga.
Dice Mónica Miguel Franco en una de sus publicaciones en su Librodecaras (Facebook):
«No os encariñéis con Jesusito niño que luego pasa lo que pasa y me venís llorando.»
Hala, id tomando nota.
Justo al lado del horrible regalo de la Caja Rural visto en la entrada anterior hay una serie de curiosas instalaciones lumínicas que merece la pena comentar y, por romper la costumbre, no las pondremos a bajar de un burro.
Hay un prado con arbolitos falsos iluminados, animalitos de algún tipo de plástico iluminados e irisdiscentes (casi más bonitos de día que de noche). ¡Con lo bonitos que son los naturales, joder, siempre con réplicas artificiales!
Una valla rodea un campito de formas entre huevo y alubia, plateadas de día e iluminadas desde el interior de noche, muy monas, cuyas bases son resortes. Tienen un cierto parecido con los huevos de «Alien, el 8º pasajero» pero en este caso los monstruos no están dentro sino fuera corriendo desaforados. Los críos van zarandeándolas mientras corren de un lado a otro emocionados con el espectáculo. Los padres se emocionan con el espectáculo de los críos, los abuelos con las dos generaciones, etc. Conmovedor.
Me ha sorprendido la urbanidad del público diurno que ha respetado estas instalaciones. Bueno, igual es que el control orwelliano de las cámaras situadas hasta en la taza del wc empieza a tener acojonados incluso a los probos ciudadanos atacados por los etílicos vapores que hacen el frío charro más llevadero.
Aquí dejo alguna foto más para ilustrar los comentarios que -como se puede observar- no siempre son venenosas reacciones de este que escribe.
El patio chico era una deliciosa placita, tranquila, apacible, un remanso de paz en la vorágina turística de Salamanca. Era, antes de que lo llenasen de luces y engendros que atraen a tal masa de gentes que han obligado a colocar un laberinto de acceso a otro de los anteriormente lindos y quasi-pacíficos lugares, el huerto de Calixto y Melibea.
Pero vayamos por partes, que hay navidad para rato todavía. De momento les muestro en la imagen el «regalo» que la Caja Rural ha hecho a la ciudad y colocado en el que el resto del año es ese bello lugar llamado patio chico. Como marco tiene «la criatura» a las dos catedrales. No tengo palabras para juzgar el atentado estético. Miento, sí las tengo pero mejor me las callo.