¡Ah!, los escaparates son fuente de inspiración continua. Dando una vuelta por el barrio me encuentro el instalache eléctrico más alucinante desde que vi «El astronauta» (1970). El color verde denota de modo inmediato qué objeto tiene el cachivache eléctrico conectado más arriba y que dispone de una cajita llena de espantosas melodías de volumen o melodía seleccionable mediante un conmutador. Pero tal alarde de tecnología queda completado con el invento más fascinante que pueden ver en la fotografía: EL INTERRUPTOR. Dice una de las Leyes de Murphy que es imposible hacer las cosas a prueba de inútiles porque los inútiles son muy ingeniosos.
Estaba previsto el cierre de temporada de estas páginas,
hasta que la nueva navidad nos lleve a estados de incontenible espanto,
cuando he decidido hacer una última reflexión que tiene mucho, pero
mucho que ver con los números que de modo socarrón se insinúa en el
título. La imagen de uno de los miles de contenedores que invaden
nuestra geografía hace años es el origen de la siguiente reflexión.
Ya
sé lo que me van a decir, que los papeles están en el contenedor de
papel, donde deben. Pero no va por ahí mi discurso mental. Sigan
leyendo.
Ayer estuve en una casa con dos niños. Los regalos del
día de reyes de los monstruitos llevaban (en un cálculo no exhaustivo)
unas 9 pilas. Sumemos los del día de navidad, pongamos otras 7
(optimistamente). El total de pilas es de 16, unas 8 pilas de media por
niño. Ahora multipliquemos el número de niños existentes en el país que
reciben regalos activados eléctricamente (pongamos 3 millones). Total:
24 millones de pilas. Ahora hacemos las propias cuentas con los adultos
(con una media de pilas menor, digamos 1 por adulto) lo que hará otros
40 millones de elementos. La cifra, que seguro que es optimista, me sale
de 64.000.000 de pilas en este país. Ahora hagamos un pequeño, muy
pequeño esfuerzo en sumar las de toda la comunidad europea, los
usamericones y demás países «desarrollados».
Para
terminar hagamos un último esfuerzo, amiguetes, supongamos (para dormir,
beber agua, pasear y masturbarnos tranquilos) que se recicla el 100% de
esta mierda. Sólo por un instante, luego podemos volver a nuestras
costumbres y pensar que, efectivamente, podemos seguir así durante años y
años y años y años.
Conclusión al hilo de los
noticiarios, con esto entenderán el título los escasos lectores de este
infame blog: que si acabamos con los niños como está haciendo
elpuebloelegidodedios estos días, pues un problema menos. Y si también
acabamos con los adultos, pues mejor aún. Ala, hijosdedios, a consumir, a
consumir que el mundo aguanta.
Y entre regalo y regalo un petardazo. Da gusto, de verdad, cada día me siento más orgulloso de ser inhumano.
Díganme ustedes si no merece la pena llevar siempre una
mierda-cámara de fotos encima. Como se puede observar en la pintada
filosófica que nos ocupa TODO TIENE UN FINAL MENOS EL SALCHICHÓN QUE
TIENE DOS. Algún listillo ya estará pensando que el chorizo también.
PUES NO. En «este país» los chorizos tienen dos características,
majetes, son incontables e infinitos (al menos de momento, yo no veo el
final de los chorizos).
Vamos a jugar a la lógica, mientras participamos en en la patraña de engaño internacional que hace de los seres más débiles los más vilipendiados. Me ha venido a la memoria una comparanza que no me voy a quedar con ganas de escribir. En tiempos remotos en que el dictador ejercía el poder omnímodo, algunos díscolos se escapaban por los recovecos. Era el caso de «La Codorniz» que uno de sus ejemplares hacía gala de imaginación proponiendo a sus lectores un jeroglífico en el que aparecían dos frascos en la parte inferior de la página y una piña encima de ellos (solución: frasco, frasco, arriba es piña como eufemismo de cierto grito de exaltación). Por supuesto les secuestraron la edición. Ahora que ya nos hemos metido en harina continúo el razonamiento. Luego hicieron otra portada en la que aparecía la siguiente proposición lógica:
melín cojín —————- = ———— melón x
Me importa 3x que me cierren la edición. (No apto para estudiantes de la ESO)
Bueno,
pues en el mismo orden de cosas se encuadra la inferencia lógica que el
grafitero de esta valla ha querido hacer: que si los padres nos engañan
con lo de los reyes, qué no harán las religiones (TODAS) con lo de
dios. Ahora creo que entenderán la foto, el título y el cabreo
monumental que cojo cada vez que veo a un montón de gentuza vestida a lo
medieval engañando tiernos infantes.
He dicho.
Actualización: creo que la regla de tres era «bombín es a bombón como cojín es a X» lo que tiene sentido, porque se puede hacer gráficamente, como era el estilo de la revista citada.
Amiguetes, ha llegado la revolución al mundo del regalo infantil. La mascota definitiva que:
no come
no caga
no ladra
no muerde
no molesta
no enferma
se puede guardar en un cajón.
Con
certificado de autenticidad para que se sepa quién la adoptó (no sea
que llegado el verano le den una patadita en el culo en la primera
gasolinera). Por cierto, que tan buenas y bellas características me
hacen pensar que algún día los niños también se fabricarán así.
Que la navidad tiene más peligros que un paseo por
Bagdad, es evidente y ha quedado demostrado en más de cuatro ocasiones.
Seguimos encontrando muestras innegables de la afirmación, como la que
se puede observar en la fotografía adjunta, tomada en Béjar (Salamanca),
en el paraje llamado «La Corredera» por los beharauis. La fotografía ha
sido tomada a una hora que aún permite la visibilidad de la señal que,
poco rato más tarde queda anulada por las preciosas bombillitas. No sólo
que el propio cabildo beharaui haga estas cosas, es que además está por
duplicado, una a cada lado de la plaza. Encima el engendro luminoso
está torcido por culpa de la señal, pero eso sólo se aprecia desde otra
perspectiva.
Ayer me llamaron de Punto Radio y me hicieron una
entrevista que radiaron anoche, en un programa que se llama CINCO LUNAS.
Parece que los odiadores de navidad van creciendo, jeje. De momento no
la han colgado en su web, pero igual lo hacen uno de estos días, porque
he visto que sí están algunos programas.
Por otro lado «El Malvado Margarito», con el que comparto gruñidos bastante a menudo, nos hizo el otro día una visita. En el transcurso de la misma pudimos compartir la visión de una de esas horrendeces navideñas que tanto gustan a la genterespetabledeestepaís y que él ha reflejado en su blog ESTUPIDEC.ES
Observen ustedes al pobre chucho de la foto y díganme si
no deberían estar prohibidas ciertas prácticas con las mascotas. Que el
dueño se podría haber travestido el mismo de ciervo y dejar en paz al
sufridor animal que ahora sirve como motivo de atracción en una céntrica
tienda de fotografía de Salamanca.
En la muy ilustre, muy antigua, muy insigne y muy
hortera ciudad de Salamanca la decoración navideña del 2008 es digna de
un cuento de terror. Aquel que lo dude puede darse una vuelta y ver en
lo que han convertido la plaza mayor, especie de regalito con árbol de
navidad de plástico en el centro. Por parte institucional no podemos
objetar nada: les votamos, nos limpian el bolsillo, el medallón del
añorado caudillo y además nos afean la plaza. Otra cosa es a nivel
particular.
Si el aguerrido viajero a la milenaria ciudad ha logrado
sobrevivir a la plaza mayor y a la primera parte de la calle San Justo
(en la que la decoración de un edificio viejo y mal cuidado vale más que
la pintura de la fachada) encontrará el tesoro escondido en la segunda
parte de la calle, la que se aprecia en la foto.
Entramos
en el pantanoso terreno de la aspiración y el boato. Aspiramos a
forrarnos con lo que vendamos a incautos clientes y además, y sobre
todas las cosas, SOMOS MUY ELEGANTES. Y nuestros clientes también,
bueno, por lo menos queremos que se lo crean para que su billetera se
afloje como esfínter tras borrachera. Por esta razón colocamos
horrorosas alfombras rojas a la puerta de nuestras tiendas, cosa
que aparte de elegancia hace ciudad. Vean ustedes la calle San Justo, en
su segundo tramo llenito de alfombras rojas que, además, han sido
sujetas con perfiles de aluminio y tornillos al granito de la acera,
manda cojones.