Resulta que una señora que, según dicen, es vidente, tuvo el otro día la osadía de publicar a los cuatro vientos el número que los espíritus (sic) le habían sugerido. Sea porque los cuatro vientos este año vienen huracanados, sea porque los espíritus adelantaron la celebración del día de los inocentes, el caso es que la señora vidente ha tenido un craso fracaso: no ha acertado ni el número, ni se aproximado, ni la terminación y ni siquiera el lugar, al menos esta vez. De hecho ni la terminación de ninguno de los premios del 1º al 5º corresponde a la predicha. No tubo esta vez tanta suerte ella -ni sus seguidores- como aquella otra en la que parece que sí gano una pasta gansa hace un tiempo en la vecina nación portuguesa. Eso dicen, al menos.
Si algún visitante creyese que esta señora es la única a la que los entes le han soplado el número, se equivoca, porque según dicen en el artículo este, a otra que también habita en Galicia le ha pasado más o menos lo mismo, un fracaso. ¿O no? Porque en estos casos y en muchos otros es de recordar el uso de la máxima latina «Qui prodit?», o sea, ¿a quien beneficia? Quizá con el uso del raciocinio y la sugerencia de la máxima podamos llegar a alguna conclusión. O quizá no, y todo se deba a que como buen castellano llevo la ropa interior tejida con sorna, ironía y desconfianza.
Y no, no pienso entrar en el comentario fácil de las dimensiones físicas similares, por si alguien lo esperaba.