El día 23 noche volvía a casa sobre la 1 de la mañana (ya era el 24, vamos) y había en la calle Guerrilleros un personaje entrando en la ancianidad, alto, trajeado, bigotón y tocado con un sombrero y una tajada histórica. Se hallaba parado en la acera con un movimiento que parecía querer arrancar la marcha pero que se confundía con los espasmos previos a una vomitona de primera. El hecho es que los dos o tres minutos que transcurrieron desde que le vi, pasé cerca de él y me alejé repitió el confuso estertor cada 10 segundos más o menos. Me recordó a esta escena del final de «Terciopelo azul (Blue velvet)» la tremenda película del 86 dirigida por David Lynch. El tipo que vi, está claro, no estaba muerto claro, lo iba a estar sin duda cuando despertase en la mañana del 24 con una resaca para recordar.
Y todo por beber y beber como los peces en el río o los humanos en los bares. Añado a continuación la foto de un nuevo bar salmantino que me envió Rocío para mostrarles la decoración tan original que le han «plantao» a los grifos de cerveza.