La duda

Vivimos en un mundo hiperpublicitado, casi en cualquier lugar podemos encontrar una pantallita que nos recuerda qué productos debemos comprar para poder sobrevivir en la jungla capitalista y consumista. Cada momento libre de nuestro tiempo es invadido por el golpeteo de la creación de deseos, desde las pantallas y paneles de las autovías, los surtidores de gasolina, los altavoces del supermercado, las navegaciones por la red… Cada uno de nuestros movimientos es monitorizado, almacenado, vendido, analizado y usado para incrementar o dirigir nuestras actitudes hacia los estilos de vida que puede que no nos hagan más felices, pero seguro nos harán más dependientes y más manipulados, hasta el punto de discutir o no relacionarnos con otros congéneres que no están en la misma onda que nosotros. La publicidad, ese arma de destrucción masiva nos invade cada día más y más. Me pregunto, a la vista de decoraciones navideñas como la que ilustra esta entrada, cuánto tiempo tardarán en meternos también la puñalada publicitaria en ellas.

De la serie «yo la tengo más grande»

El afán de destacar, de significarse, es uno de los puntos de referencia de los seres humanos, tanto masculinas como femeninos.* Ni los curas se libran de ese ansia por ser «lo más». El caso que les presento es la decoración de un edificio religioso existente en el paraje llamado por los bejarano «El castañar» por motivos bastante obvios. El edificio en cuestión fue -y quizá sigue siendo- un seminario. A alguno se le ocurrió la feliz idea de hacer una decoración que se viese desde la lontananza del pueblo para que el vulgo llano no se olvide de sus deberes para con los divinos y con sus acólitos. Fue hecha hace varios año, no sé decirles pero rondará la década, con una tira de LED en la fachada del edificio que mira al pueblo (no metafóricamente) y es visible desde un par de kilómetros.

Me he acercado por allí estos días para hacer la foto que se puede ver más abajo, tanto de día como de noche, en la que se puede apreciar el tamaño de la decoración. Por supuesto no la retiran pasadas estas fechas, es más fácil dejarla de año en año -sin encender claro está- que andar armando el tinglado cada navidad.

Cabe destacar -por si no lo han notado- que el motivo de la decoración (un arbolito, perdón arbolazo) es más bien aséptico por no decir pagano, teniendo en cuenta la consideración que algunas religiones anteriores al cristianismo tenían por los árboles.

  • * No se trata de un error tipográfico sino de una pataleta que de vez en cuando me da. Es mi manera de protestar contra machistas y feministas.