Vivimos en un mundo hiperpublicitado, casi en cualquier lugar podemos encontrar una pantallita que nos recuerda qué productos debemos comprar para poder sobrevivir en la jungla capitalista y consumista. Cada momento libre de nuestro tiempo es invadido por el golpeteo de la creación de deseos, desde las pantallas y paneles de las autovías, los surtidores de gasolina, los altavoces del supermercado, las navegaciones por la red… Cada uno de nuestros movimientos es monitorizado, almacenado, vendido, analizado y usado para incrementar o dirigir nuestras actitudes hacia los estilos de vida que puede que no nos hagan más felices, pero seguro nos harán más dependientes y más manipulados, hasta el punto de discutir o no relacionarnos con otros congéneres que no están en la misma onda que nosotros. La publicidad, ese arma de destrucción masiva nos invade cada día más y más. Me pregunto, a la vista de decoraciones navideñas como la que ilustra esta entrada, cuánto tiempo tardarán en meternos también la puñalada publicitaria en ellas.