El patio chico era una deliciosa placita, tranquila, apacible, un remanso de paz en la vorágina turística de Salamanca. Era, antes de que lo llenasen de luces y engendros que atraen a tal masa de gentes que han obligado a colocar un laberinto de acceso a otro de los anteriormente lindos y quasi-pacíficos lugares, el huerto de Calixto y Melibea.
Pero vayamos por partes, que hay navidad para rato todavía. De momento les muestro en la imagen el «regalo» que la Caja Rural ha hecho a la ciudad y colocado en el que el resto del año es ese bello lugar llamado patio chico. Como marco tiene «la criatura» a las dos catedrales. No tengo palabras para juzgar el atentado estético. Miento, sí las tengo pero mejor me las callo.
