Tras la orgía consumista

Este es el aspecto que ofrecía hoy una calle al azar de Salamanca tras la gran farsa de engaño a los tiernos infantes y la orgía consumista que se engancha con la de las rebajas, de los enamorados, semana santa, día de la madre…

No aprenderemos.

Despejando dudas

Una de las labores de los dirigente es, sin duda, la de aleccionar a sus rebaños (no siempre sinónimo de borregos) de la realidad circundante. Por si acaso alguno de nosotros, pobres mortales, no llegamos a la comprensión de la compleja realidad que nos rodea. Muestra de ello son las campañas publicitarias que lejos del adoctrinamiento -las diosas nos libren- aleccionan a la ciudadanía. Pongamos que nuestra borreguez no nos deje darnos cuentas de que el gasto es felicidad. Pues para ello la santa junta-de-castilla-y-león y el excelentísimo ay-untamiento-de-salamanca se preocupan de recordarnos que gastar es un placer e incluso una necedad (perdón, necesidad). Menos mal que aún podemos dormir tranquilos sabiendo que alguien se ocupará de pastorearnos hasta los verdes valle de felicidad consumista.

Salamanca brilla en Navidad, campaña de incitación al consumo de nuestros bienamados gobernantes.

La duda

Vivimos en un mundo hiperpublicitado, casi en cualquier lugar podemos encontrar una pantallita que nos recuerda qué productos debemos comprar para poder sobrevivir en la jungla capitalista y consumista. Cada momento libre de nuestro tiempo es invadido por el golpeteo de la creación de deseos, desde las pantallas y paneles de las autovías, los surtidores de gasolina, los altavoces del supermercado, las navegaciones por la red… Cada uno de nuestros movimientos es monitorizado, almacenado, vendido, analizado y usado para incrementar o dirigir nuestras actitudes hacia los estilos de vida que puede que no nos hagan más felices, pero seguro nos harán más dependientes y más manipulados, hasta el punto de discutir o no relacionarnos con otros congéneres que no están en la misma onda que nosotros. La publicidad, ese arma de destrucción masiva nos invade cada día más y más. Me pregunto, a la vista de decoraciones navideñas como la que ilustra esta entrada, cuánto tiempo tardarán en meternos también la puñalada publicitaria en ellas.

La navidad como consumo

Horrenda decoración de una de las más bellas plazas del mundo nos regala nuestro ay-untamiento. Como motivo principal varios lacitos de regalo como demostración evidente de lo que piensa el ayunta-miento de Salamanca, que la navidad es para consumir.

Este año al menos han quitado las cintas que envolvían, bueno, en realidad las han hecho cachitos y las han puesto en la Gran Vía, que hay crisis.

Árbol cónico de LED en la plaza
Árbol cónico de LED en la plaza
Lazo de LED en la plaza
Lazo de LED en la plaza

Dios y dios cuatro y dios seis -o peligros de la navidad (V)-

Estaba previsto el cierre de temporada de estas páginas, hasta que la nueva navidad nos lleve a estados de incontenible espanto, cuando he decidido hacer una última reflexión que tiene mucho, pero mucho que ver con los números que de modo socarrón se insinúa en el título. La imagen de uno de los miles de contenedores que invaden nuestra geografía hace años es el origen de la siguiente reflexión.

basura navideña y contenedor
basura navideña y contenedor

Ya sé lo que me van a decir, que los papeles están en el contenedor de papel, donde deben. Pero no va por ahí mi discurso mental. Sigan leyendo.

Ayer estuve en una casa con dos niños. Los regalos del día de reyes de los monstruitos llevaban (en un cálculo no exhaustivo) unas 9 pilas. Sumemos los del día de navidad, pongamos otras 7 (optimistamente). El total de pilas es de 16, unas 8 pilas de media por niño. Ahora multipliquemos el número de niños existentes en el país que reciben regalos activados eléctricamente (pongamos 3 millones). Total: 24 millones de pilas. Ahora hacemos las propias cuentas con los adultos (con una media de pilas menor, digamos 1 por adulto) lo que hará otros 40 millones de elementos. La cifra, que seguro que es optimista, me sale de 64.000.000 de pilas en este país. Ahora hagamos un pequeño, muy pequeño esfuerzo en sumar las de toda la comunidad europea, los usamericones y demás países «desarrollados».

Para terminar hagamos un último esfuerzo, amiguetes, supongamos (para dormir, beber agua, pasear y masturbarnos tranquilos) que se recicla el 100% de esta mierda. Sólo por un instante, luego podemos volver a nuestras costumbres y pensar que, efectivamente, podemos seguir así durante años y años y años y años.

Conclusión al hilo de los noticiarios, con esto entenderán el título los escasos lectores de este infame blog: que si acabamos con los niños como está haciendo elpuebloelegidodedios estos días, pues un problema menos. Y si también acabamos con los adultos, pues mejor aún. Ala, hijosdedios, a consumir, a consumir que el mundo aguanta.

Y entre regalo y regalo un petardazo. Da gusto, de verdad, cada día me siento más orgulloso de ser inhumano.