Satisfacción asegurada

Están de moda hace tiempo las «super-mega-hiper-cestas» que llegan a cantidades exorbitantes que, a buen seguro, ya habrán visto uds. por ahí. La que nos ocupa hoy solo (solo) tiene 4 cifras según los organizadores: más de 5000€. No es mucho, pero como es una rifa que se realiza entre los compradores de los comercios de la calle mayor de Béjar pues tampoco está mal.

He aquí el principio de la lista de premios capturado por mi cámara traviesa.

Detrás de la máquina de idiotizar de ypico pulgadas (yo la tengo más grande, jjjj) se encuentra uno de los regalos estrellas de la temporada: el masturbador femenino. De ahí lo de «satisfacción asegurada» que da título a esta entrada. Pero quien por estas páginas pase se preguntará a qué viene esto, si no le voy a sacar punta. Veamos.

El otro día comentaba que el porcentaje de decoraciones religiosas de los comerciantes de esta calle nos podría servir como indicación de lo que le importa la religión a la inmensa mayoría de la población. Eso en un país como este que fue «reserva espiritual de occidente» viene a indicar que las gentes por fin empiezan a mirar a lugares que no les indican desde el púlpito, sino desde la tele. Algo es algo, porque al menos de momento no se ha matado y torturado gente en nombre de la caja tonta. En ese sentido es de admirar que los comerciantes incluyan un masturbador femenino entre sus regalos. No queda ahí la cosa, queridos niños: LO PONEN EN EL ESCAPARATE. ¡Si San Fran Bahamonde levantara la cabeza! ¿No lo creen? Pues aquí está la documentación gráfica que lo atestigua.

También hay otros regalos que no han tenido tanto cuidado en empaquetar, como es el caso de las semiconservas de pescado que más abajo pueden ver y que, aunque debieran, no están debidamente refrigeradas. Vale que el escaparate da al norte y en Béjar hace frío, pero arriesgarse así, alegremente, a estropearle la sesión de Satisfyer a la agraciada en el sorteo…

A modo de colofón: me alegra bastante que haya estos guiños de modernidad incluso en lugares pequeños y provincianos. Algo se mueve, aunque sea poco, a pesar de que ciertas instituciones les suenen las tripas.

Fallo gordo, pero gordo gordo

Resulta que una señora que, según dicen, es vidente, tuvo el otro día la osadía de publicar a los cuatro vientos el número que los espíritus (sic) le habían sugerido. Sea porque los cuatro vientos este año vienen huracanados, sea porque los espíritus adelantaron la celebración del día de los inocentes, el caso es que la señora vidente ha tenido un craso fracaso: no ha acertado ni el número, ni se aproximado, ni la terminación y ni siquiera el lugar, al menos esta vez. De hecho ni la terminación de ninguno de los premios del 1º al 5º corresponde a la predicha. No tubo esta vez tanta suerte ella -ni sus seguidores- como aquella otra en la que parece que sí gano una pasta gansa hace un tiempo en la vecina nación portuguesa. Eso dicen, al menos.

Si algún visitante creyese que esta señora es la única a la que los entes le han soplado el número, se equivoca, porque según dicen en el artículo este, a otra que también habita en Galicia le ha pasado más o menos lo mismo, un fracaso. ¿O no? Porque en estos casos y en muchos otros es de recordar el uso de la máxima latina «Qui prodit?», o sea, ¿a quien beneficia? Quizá con el uso del raciocinio y la sugerencia de la máxima podamos llegar a alguna conclusión. O quizá no, y todo se deba a que como buen castellano llevo la ropa interior tejida con sorna, ironía y desconfianza.

Y no, no pienso entrar en el comentario fácil de las dimensiones físicas similares, por si alguien lo esperaba.

La estulticia navideña

Estoy dudando si no sería mejor que esta entrada apareciese en el estupidiario , pero bueno, como tiene que ver bastante con la maldita navidad y sus miserias, pues aquí va. La foto, de poca calidad, es la de un pobre mortal ya en sus últimos años de vida, que mira la lista (no oficial) que los periódicos publican con los resultados de la lotería de ayer. A juzgar por la cantidad de papelitos que el señor manejaba entre sus manos, se podría asegurar que la cifra gastada tenía dos ceros si no tres. Y aquí está, el pobre miserable de espíritu en la chocolatería, mirando a ver si los premios obtenidos compensaban lo gastado. Lo que por esta piel de todo, visitantes de otros continentes, se expresa con «que toque lo jugado», sin pensar que lo que se juega, la ilusión, nunca te la pagan de vuelta. Que lo que se juega en estos casos y siempre se pierde, el tiempo, tampoco nos lo pagan. Me pregunto que habría hecho este hombrito si le hubiese tocado un premio gordo, uno de estos de cinco o seis ceros…

Lamentable  espectáculo, no obstante, porque la lotería es la confianza del imbécil en la suerte del azar en lugar de la reivindicación del derecho. Porque confiar en que un golpe de viento nos traiga la riqueza en lugar de luchar por la redistribución y la justicia en la gran lacra de este maldito terruño que condena a sus viejos al hambre y a sus jóvenes a la emigración y la esclavitud. Gran invento, la lotería, que recauda impuestos a manos llenas sobre todo de aquellos que menos tienen. No me extraña que en Cuba esté prohibido el juego, me pregunto si también estarán prohibidas las revistas del corazón. Y no sigo, que queda mucha navidad para despotricar.

Por cierto, que si algún lector o lectora está interesado en escribir de forma regular en esta santa página no tiene más que decirlo, siempre se agradece una mano. También hay un libro de firmas donde se puede escribir.

Actualización: Ya no hay libro de firmas para evitar recoger datos de visitantes y cerrar las puertas a los revienta-páginas.

El vicio de la lotería
El vicio de la lotería

Sincretismos religiosos

Continuando con la entrada de ayer, les ofrezco otra imagen tomada en Cádiz, cuya larga historia y sus buenas digestiones espirituales han dado lugar a sincretismos sin igual en Europa. Las creencias en el dios suerte, en el dios dinero y en el dios de los palos, aunadas con gracejo y sin vergüenza alguna en este escaparate gaditano. La foto está tomada en verano, con esa costumbre que se ha puesto de moda de comprar lotería en otro lado, porque ya se sabe que en casa nunca toca.

Mitologías y creencias
Mitologías y creencias