Ostentar es uno de los pecados capitales de este país, incluso para aquellos a los que los pecados le quitan el sueño. Hacer gala de la riqueza, del poderío, es una forma como otra cualquiera de compensar la falta de confianza en uno mismo. Vean el «humilde belencito» que alguien -sin ánimo alguno de ostentación- ha montado en su balcón. No me acuerdo muy bien de en qué calle está hecha la foto, pero juraría que no lejos del Parque San Francisco en León.
Las figuras de los adultos, sin ánimo de ser preciso, juraría que andan por el metro de altura. Menos mal que no han puesto el ángel ni las bestias de cuatro patas, porque se tendrían haber apelotonado como japoneses en hora punta del metro. Aspirantes al premio de ostentación que quizá instaure la próxima temporada navideña. Si me acuerdo, claro.