En la muy ilustre, muy antigua, muy insigne y muy hortera ciudad de Salamanca la decoración navideña del 2008 es digna de un cuento de terror. Aquel que lo dude puede darse una vuelta y ver en lo que han convertido la plaza mayor, especie de regalito con árbol de navidad de plástico en el centro. Por parte institucional no podemos objetar nada: les votamos, nos limpian el bolsillo, el medallón del añorado caudillo y además nos afean la plaza. Otra cosa es a nivel particular.
Si el aguerrido viajero a la milenaria ciudad ha logrado sobrevivir a la plaza mayor y a la primera parte de la calle San Justo (en la que la decoración de un edificio viejo y mal cuidado vale más que la pintura de la fachada) encontrará el tesoro escondido en la segunda parte de la calle, la que se aprecia en la foto.
Entramos en el pantanoso terreno de la aspiración y el boato. Aspiramos a forrarnos con lo que vendamos a incautos clientes y además, y sobre todas las cosas, SOMOS MUY ELEGANTES. Y nuestros clientes también, bueno, por lo menos queremos que se lo crean para que su billetera se afloje como esfínter tras borrachera. Por esta razón colocamos horrorosas alfombras rojas a la puerta de nuestras tiendas, cosa que aparte de elegancia hace ciudad. Vean ustedes la calle San Justo, en su segundo tramo llenito de alfombras rojas que, además, han sido sujetas con perfiles de aluminio y tornillos al granito de la acera, manda cojones.