¡Ya queda menos!

Es en días como este en que uno se hace cuenta de hasta qué punto hace falta el anti-monarquismo, o sea, acabar con todos los reyes. Los magos los primeros por la tremenda vergüenza que debería darnos engañar niños. Los regentes (o figurantes) por lo que suponen de anacronismo, de gasto y de carga social, amén de injusticia.

Es en estos días, queridos y abnegados lectores, en los que el sólo consuelo es que la navidad como cada año, terminará y podremos disfrutar de diez u once meses de paz. ¡Ánimo que ya queda menos!

La tortura va llegando a su fin

Una cosa buena tiene la navidad y es ¡que se acaba! Dichosos ustedes que ya han llegado al final de esta tortura anual. El que suscribe, sin embargo, ha de viajar a un país en el que la puta decoración navideña desaparece a principios de febrero. E incluso alguna costumbre tiene su desarrollo en enero. Es por eso que este año no pondré el cartel de «cerrado por fin de temporada» hasta dentro de unos diez días.

Me congratula, sin embargo, la alegría del que ha dejado de padecer este dolor de estómago anual que supone la navidad.

Actualización:

 Y fíjense por donde, me llega este enlace jugoso por correo electrónico. No me he podido resistir a ponerlo.

Ya casiiiiii

Estamos a punto de que termine esta tortura. Tras hoy, que es el día de la gran superchería, el gran engaño, la estafa a la infancia, todo empezará de nuevo, retirarán los horribles escaparates, la espantosas luces y decoraciones, y la sociedad dormida seguirá durmiendo otro añito. Sin embargo esta noche no dejo de pensar en las dos frases, una que hemos sufrido todos y otras que, quizá, sufriremos todos también.

  • Los Reyes Magos no existen, son los padres.
  • Dios no existe, son los Padres.

 Nótese el uso de las mayúsculas, no es gratuito. Si son ustedes, queridos lectores, padres de familia, deberían avergonzarse de engañar con semejante desparpajo a tiernos infantes a su cargo. Si son ustedes comerciantes, deberían avergonzarse de aprovecharse de la burla anterior. Si son simplemente cómplices, deberían avergonzarse, como yo, de todo este engaño de ingentes proporciones. Pensemos que una sociedad más justa, más solidaria, más madura, más adulta y más concienciada no puede empezar con farsas planetarias a los más desvalidos de sus miembros, a los más crédulos, a los más inocentes. Seamos serios, cambiemos esto, no vamos por buen camino, el amor no se puede demostrar engañando y poseyendo objetos.