Las exageraciones

Pocas veces se ver comunidades de vecinos tan bien avenidas como esta de Béjar donde casi todos se han puesto de acuerdo para llenar los balcones, terrazas y ventanas de lucecillas. La pobre foto que acompaño ilustra aproximadamente el efecto.

Luego me he enterado de que había un concurso, lo que le ha quitado un poco de mérito, pero no mucho.

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A miles

No me refiero a los imbéciles que circulamos por las calles mirando las pantallas pasmados y moviendo los dedos índices o pulgares como posesos. No. Ni a las miríadas de estúpidos que pueblan los cines comiendo palomitas y sorbiendo aguas negras azucaradas. Tampoco.

En este caso -y en este blog- hablo de la puta navidad y sus tropelías. Una de ellas la lumínica que, hace ya años, cambió las bombillitas de incadescencia por los más modernos y eficientes diodos electroluminiscentes más conocidos por su acróstico -en inglés, claro- LED. Como consumen tan poquito, se estropean/funden tan poquito -ejem- y son tan baratitos pues hala, a colocar lucecitas a millones por el ancho y largo del planeta. Así que de ahorrar energía nada, porque donde antes había -por decir algo- 10 luces de 1 watio ahora tenemos 1000 de 10 miliwatios (=10 watios). En román paladino significa que hemos dividido el consumo de cada luz para aumentar el consumo total al menos en 10 veces echando cuentas gordas. Y eso todo para fomentar el consumo desaforado de estas fechas en cosas inútiles.

Así nos va a ir en el futuro, amiguetes, porque recuerden el refranero «días de mucho vísperas de nada». Pues hala «a gastar, a gastar que el mundo se va a acabar» decía una vieja amiga.

No es una broma

En la foto se aprecia -desde la acera- cómo los técnicos municipales salmantinos han colocado una guirnalda navideña delante de un semáforo, tapando la parte superior. Se encuentra en la avenida de Portugal junto al cruce con Torres Villarroel.

Desde el asiento del conductor la cosa es peor porque la cubre totalmente. Esperemos que no tal instalación no provoque ningún accidente de circulación.

No hay quien se resista

En la foto aparece Ruth, una amiga extremeña -diseñadora y amante del mundo del motor- delante de la decoración navideña de su hogar salmantino. No ha podido resistirse a la ordinariez y espíritu consumista reinante, como se puede apreciar.

Hay gente pa tó, pero cada vez los «tós» son más uniformes. Cosas de red.

Espectáculo en marcha: cortina de luces

No crean los pocos visitantes que por aquí aparecen que este año me he olvidado del blog. En absoluto. De hecho ya se me cayó la mandíbula cuando a final de septiembre o inicio de octubre vi los turrones, polvorones y otras mandangas navideñas en los supermercados. A este paso se nos va a juntar el inicio con el final y nos va a durar la puta navidad todo el santo año.

Aquí les dejo la muestra de un balcón de Badalona en el que el vecino ha hecho su decoración navideña con un invento nuevo a nivel doméstico: la cortina de luces que va cambiando con una animación ad hoc. Vivir para ver.

balcón con cortina animada de luces led

Va de exageraciones

Vean los dos ejemplos de exageraciones decorativas que he capturado hoy en Federico Anaya, uno enfrente del otro, quién sabe si por competir.

Este que ven debajo es el más colorido y llamativo entre otras cosas por la variedad de chismes luminosos que me recuerdan a las atracciones de feria.

Pero este otro tiene más mérito, porque la distancia entre las ventanas de la parte derecha no será menor de 5 o 6 metros. Además, aunque no se vea en la foto, también gira en las dos esquinas (izquierda y derecha), así que la guirnaldita en cuestión debe medir entre 15 y 20 metros. No está mal para el concurso de exageraciones.

Una cuestión digna de estudio es la razón de que muchas (casi todas) sean de temática que los cristianos llaman «pagana» y que -en mi experiencia al menos- son colocadas con creencias religiosas judeo-cristianas más que manifiestas.

Efecto cadena

A los economistas se les llenan boca y ecuaciones con la teoría de que el mercado está regulado por la oferta y la demanda. Sin meternos en charcos técnicos -de los que somos legos- aceptemos esa teoría que viene a decir que cuando la demanda es grande los precios del producto o servicio aumentan. Lo sufrimos y comprobamos, por ejemplo, con el precio del besugo, de los patés o de los vinos. Y en algo en lo que no reparamos pero que también es muy propio de estas fechas: la electricidad.

Resulta que todas las ciudades y pueblos de este país (y hogares, claro) adornan sus calles con millones de lucecitas que, por poco que consuman, lo hacen. Se alimentan las dichas luces de electricidad y con esa demanda adicional de muchos cientos de horas en muchos miles de lugares hacen subir el precio de la electricidad. Así que ya lo saben, antes de seguir quejándose de que si el gobierno arriba o abajo, que si el oligopolio eléctrico abajo o arriba, etc, quéjense también de toda esa parafernalia luminosa cuyo objeto hoy no es más que «animar al consumo» como antaño lo fue «animar al sol».

¡Como no será la cosa que hasta los yanquis -pueblo derrochón por antonomasia- hacen alusión a nuestros despilfarros navideños gallegos y sus 11.000.000 de LED! No el la única ciudad, no, hay muchas otras. Lean, lean.

Famosidades

Vean queridos asistentes a este blog provinciano, cómo hacerse famoso (y quizá hasta rico) con una chorrada. Bienvenidos al mundo de la famosidad y de la chorrez suprema, hoy aderezada con una pizca de lo que los yanquis (y por ende medio puto planeta) «espíritu navideño»*

Coloca mal las luces navideñas y deja a Papá Noel haciendo un gesto obsceno

* El «espíritu navideño» hace ya varias décadas que consiste en lucecitas, compras y buenas intenciones para hoy y lo de siempre para mañana.

De postre: cabezonería

«A ver si se habla de mi libro, porque yo aquí he venido a hablar de mi libro y no se ha hablado» dijo Paco Umbral en una famosa entrevista que ha pasado a la historia porque el ínclito sacó a relucir la mala leche que tenía además de poner en evidencia a Mercedes Milá que era la presentadora de aquel programa de Antena 3.

Pues el alcalde de Madrid también ha venido aquí (o ha ido allí) a hablar de su libro y para eso hace lo que haga falta. Incluso usar las luces navideñas para publicitar su ideario que, en este caso, nada tiene que ver con la navidad.

La lectura de esta noticia tiene dos partes. La primera en la que se vuelve a incidir en el mismo razonamiento falaz que en nuestra entrada anterior (no en vano ambas vienen de alcaldes de similar ideología) pensando que poner las lucecitas va a sacar los dineros de los bolsillos del maltrecho ciudadano. La segunda es aquella emulación del fallecido Umbral, colocando una bandera enorme en el centro de una de las vías más emblemáticas de la capital. Penosas ambas cosas pero de la segunda me alegro: habrá más gente que este año odie la navidad. Bien por el alcalde que aumenta las filas de interesados en estas páginas.

El caso es meter las tres

Esta foto ilustra lo poco imaginativos que podemos llegar a ser los humanos. O lo inadecuado de cumplir las tareas a rajatabla (o hacerlas cumplir). Las luces navideñas que alumbran la calle Mayor de Reinoso de Béjar, en el tramo medio, junto al caño Mamarón, se componen de dos girnaldas laterales y una estrella central independientes entre si. Tienen unas medidas que en los estrechamientos de la calle hacen imposible colocar las tres sin recurrir a alguna estratagema, verbigracia, el apelotonamiento de las mismas de modo informe e inmisericorde. Impresionante, con lo fácil que sería quitar la estrella.