Hay alguien que todos los años se tortura a sí misma -sobre todo- con los conciertos navideños. Es una muestra de su buen corazón, indudablemente, el ahínco, la energía y el tiempo que dedica a estas activiades. Ayer, sin ir más lejos, hizo tres actuaciones entre Palencia y Valladolid, todas de forma altruista. Hoy ha hecho una que lleva una década de recorrido en el portal de su casa. La vecindad se vuelca con el evento, no es para menos, en pocos portales se pueden ver estas cosas. Ha tocado este año copla, en versión flauta y piano con acompañamiento de palmas, cantares -ejem- y tarareos variados con buena intención y poca -o ninguna afinación- que daban ambiente a la cosa. Se ve buen rollo entre los vecinos, quizá por ese consabido espíritu navideño, habrá que ver cómo se llevan los 364 días restantes.
En fin, quede como muestra de que hay gente a la que le gusta la navidad y hace además porque todos disfruten de ella. Cómo será la cosa que hasta yo acudo a la llamada, huyendo cobardemente -eso sí- cuando empieza al retahila de letanías ñoñas a las que llaman villancicos. Conste que eso me hace perder el ágape posterior que vaticina y anuncia los que la semana próxima tendré por insoslayables.