Colorines y lucecitas

El caso es que haya algo que se relacione con la navidad, y nada mejor que las luces y los colores, como en esta tienda de la calle María Auxiliadora. Y si es inglés, mejor, que nadie como la cultura yanqui es capaz de encarnar mejor el espíritu de estas-fechas-tan-señaladas. La estética general queda a su criterio, abnegados visitantes.

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Millones de iluminados

La pasión por la lucecita no conoce límites ni fronteras. El otro día en Toledo vi un camino de luces que coronaba el paso por el famoso puente sobre el Tajo. El puento no estaba iluminado más que una cobertura a modo de palio, o sea, lo bonito sin luz y luego miles de ellas para nada. En Salamanca, en uno de los laterales de la catedral nueva han hecho una cosa similar, la que les dejo en la foto -mala- de más abajo.

Lucecitas y más lucecitas

Últimamente la moda es llenarlo todo (pero todo todo todo) de lucecitas. Total son LED, gastan poco, valen poco… He aquí un ejemplo de hasta dónde se puede llegar en la confección de espantajos navideños. Habrá incluso gente a la que le gusten, claro, porque hay gente pa’ tó. Esta que ilustra el comentario de esta noche está en la plaza de Anaya de Salamanca, afeando la catedral. Por si acaso alguien, en su éxtasis contemplativo, se ha olvidado de que existe el puto astronauta, también han puesto a funcionar unos proyectores que te lo recuerda a tamaño descomunal sobre la fachada de la propia catedral.

¡Ah! y también han plantado en el otro lateral una escultura de un astronauta desmorrándose contra el jardín. Pero eso lo dejo para otro día, que hay muchos.

Las exageraciones

Pocas veces se ver comunidades de vecinos tan bien avenidas como esta de Béjar donde casi todos se han puesto de acuerdo para llenar los balcones, terrazas y ventanas de lucecillas. La pobre foto que acompaño ilustra aproximadamente el efecto.

Luego me he enterado de que había un concurso, lo que le ha quitado un poco de mérito, pero no mucho.

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A miles

No me refiero a los imbéciles que circulamos por las calles mirando las pantallas pasmados y moviendo los dedos índices o pulgares como posesos. No. Ni a las miríadas de estúpidos que pueblan los cines comiendo palomitas y sorbiendo aguas negras azucaradas. Tampoco.

En este caso -y en este blog- hablo de la puta navidad y sus tropelías. Una de ellas la lumínica que, hace ya años, cambió las bombillitas de incadescencia por los más modernos y eficientes diodos electroluminiscentes más conocidos por su acróstico -en inglés, claro- LED. Como consumen tan poquito, se estropean/funden tan poquito -ejem- y son tan baratitos pues hala, a colocar lucecitas a millones por el ancho y largo del planeta. Así que de ahorrar energía nada, porque donde antes había -por decir algo- 10 luces de 1 watio ahora tenemos 1000 de 10 miliwatios (=10 watios). En román paladino significa que hemos dividido el consumo de cada luz para aumentar el consumo total al menos en 10 veces echando cuentas gordas. Y eso todo para fomentar el consumo desaforado de estas fechas en cosas inútiles.

Así nos va a ir en el futuro, amiguetes, porque recuerden el refranero «días de mucho vísperas de nada». Pues hala «a gastar, a gastar que el mundo se va a acabar» decía una vieja amiga.

No es una broma

En la foto se aprecia -desde la acera- cómo los técnicos municipales salmantinos han colocado una guirnalda navideña delante de un semáforo, tapando la parte superior. Se encuentra en la avenida de Portugal junto al cruce con Torres Villarroel.

Desde el asiento del conductor la cosa es peor porque la cubre totalmente. Esperemos que no tal instalación no provoque ningún accidente de circulación.

No hay quien se resista

En la foto aparece Ruth, una amiga extremeña -diseñadora y amante del mundo del motor- delante de la decoración navideña de su hogar salmantino una decoración navideña. No ha podido resistirse a la ordinariez y espíritu consumista reinante, como se puede apreciar, y me envía esta foto con corazoncito en el gesto y todo. ¡Conmovedor!

Hay gente pa tó, pero cada vez los «tós» son más uniformes. Cosas de red.

Actualización mayo 2025: La navidad me persigue hasta estas fechas, como ven. He cambiado el texto indicando que la casa fotografiada no era suya y añadido un poco más del veneno y mala leche que ya voy acumulando para cuando llegue fin de año.

Espectáculo en marcha: cortina de luces

No crean los pocos visitantes que por aquí aparecen que este año me he olvidado del blog. En absoluto. De hecho ya se me cayó la mandíbula cuando a final de septiembre o inicio de octubre vi los turrones, polvorones y otras mandangas navideñas en los supermercados. A este paso se nos va a juntar el inicio con el final y nos va a durar la puta navidad todo el santo año.

Aquí les dejo la muestra de un balcón de Badalona en el que el vecino ha hecho su decoración navideña con un invento nuevo a nivel doméstico: la cortina de luces que va cambiando con una animación ad hoc. Vivir para ver.

balcón con cortina animada de luces led

Va de exageraciones

Vean los dos ejemplos de exageraciones decorativas que he capturado hoy en Federico Anaya, uno enfrente del otro, quién sabe si por competir.

Este que ven debajo es el más colorido y llamativo entre otras cosas por la variedad de chismes luminosos que me recuerdan a las atracciones de feria.

Pero este otro tiene más mérito, porque la distancia entre las ventanas de la parte derecha no será menor de 5 o 6 metros. Además, aunque no se vea en la foto, también gira en las dos esquinas (izquierda y derecha), así que la guirnaldita en cuestión debe medir entre 15 y 20 metros. No está mal para el concurso de exageraciones.

Una cuestión digna de estudio es la razón de que muchas (casi todas) sean de temática que los cristianos llaman «pagana» y que -en mi experiencia al menos- son colocadas con creencias religiosas judeo-cristianas más que manifiestas.

Efecto cadena

A los economistas se les llenan boca y ecuaciones con la teoría de que el mercado está regulado por la oferta y la demanda. Sin meternos en charcos técnicos -de los que somos legos- aceptemos esa teoría que viene a decir que cuando la demanda es grande los precios del producto o servicio aumentan. Lo sufrimos y comprobamos, por ejemplo, con el precio del besugo, de los patés o de los vinos. Y en algo en lo que no reparamos pero que también es muy propio de estas fechas: la electricidad.

Resulta que todas las ciudades y pueblos de este país (y hogares, claro) adornan sus calles con millones de lucecitas que, por poco que consuman, lo hacen. Se alimentan las dichas luces de electricidad y con esa demanda adicional de muchos cientos de horas en muchos miles de lugares hacen subir el precio de la electricidad. Así que ya lo saben, antes de seguir quejándose de que si el gobierno arriba o abajo, que si el oligopolio eléctrico abajo o arriba, etc, quéjense también de toda esa parafernalia luminosa cuyo objeto hoy no es más que «animar al consumo» como antaño lo fue «animar al sol».

¡Como no será la cosa que hasta los yanquis -pueblo derrochón por antonomasia- hacen alusión a nuestros despilfarros navideños gallegos y sus 11.000.000 de LED! No el la única ciudad, no, hay muchas otras. Lean, lean.