El rojo debe provocar unas ganas compulsivas de comprar. De hecho yo cada vez que me pongo los calzoncillos rojos salgo a la calle con tarjeta de crédito (que por casualidad también es roja) a comprar, llevándola entre los dientes no sea que se me caiga de las manos al abrir las puertas. El otro día me dieron ganas de comprar este edificio tan mono de la calle Pozo Amarillo de Salamanca, pero luego de recapacitar un momento me di cuenta de que no me cabía en casa, así que lo dejé en su sitio.







