En la calle Bientocadas, no deja de tener su gracia la cosa, encontramos este bonito escaparate en el que se confunde lo bello con lo chabacano y se aliña con los lugares comunes más habituales, brillitos, espumillones, champán, ligas y otras exquisiteces mentales de la bazofia findeaño que tragamos cada treintayuno de diciembre.
A juzgar por las estadísticas, queridos comerciantes, no hace falta más que un poco de alcohol para disparar la natalidad en setiembre, de modo que pueden ahorrarse la vulgar maniquí vestida como las putas del barrio rojo de Amsterdam.
Y yo que pensaba que todo quedaba en lo anterior, a los pocos días me han desnudado a la modelo, dejándola de la siguiente guisa, más ligerita de ropa a medida que se va acercando el fatídico día del petardo, el pedo y el polvo.