Una imagen vale más que mis palabras

Jesusitos napolitanos
Jesusitos napolitanos

Sí, han leído bien. En este caso una imagen vale más que mis palabras y, quizá, también más de mil palabras. Que lo evalúe quien tenga ganas.

La foto esta de los niños jesusitos fue tomada en Nápoles, lugar donde las supercherías y creencias de diversos tipo conviven sin mayor problema en las mentes de las gentes. No sé si los jesusitos entran dentro de una o la otra categoría, me temo que hasta puede que en ambas. El caso es que están precedidos de una pegatina que indica que se puede pagar con cualquier medio de plástico, lo que me hizo reflexionar sobre lo mercantil de las figuritas y, por supuesto, de la navidad en la que justo se usa el jesusín para justificarlas.

Nota: que conste que en el momento que hice la foto, hace un par de meses, no andaba pensando en este blog, porque no pensaba recuperar el nombre. Pero ya ven uds. que «los caminos del señor son inescrutables».

Soplar y sorber

O la contradicción como modo de vida. Estamos justo justito en esa época en la que lo normal es comer como cerdos, beber como camellos y luego viene la cuesta de enero con sus quilitos de más, sus propósitos incumplidos y demás. Pero aquí, lo que importa es ante todo vender. Porque por lo visto lo que hace que gire la tierra y el sol nos ilumine es el comercio. Y para vender habrá que aprovechar cualquier resquicio, así que si en la navidad se engorda y se regala pues nada mejor que intentar convencer al pueblo de que se puede regalar un régimen de adelgazamiento. Primero te cebas y luego te descebas, fácil.

¿Qué pensaría el amable lector si alguien le regalase una dieta?¿Montaría en cólera y se enfadaría con el regalante?¿O por el contrario aguantaría el tipo y seguiría la indicación? Habrá variedad de respuestas, claro, que quizá dependan del número que indique la báscula el día 2 de enero.

La foto con la que se ilustra esta entrada está tomada en un herbolario salmantino que ha decorado su escaparate con estas premisas, de ahí la presencia de un adelgazante y la sugerencia del regalo.

Engordar para luego adelgazar.

Tiene pelotas

Digo yo que en qué andarán pensando los profesionales que hacen estas iluminaciones o las gentes que las compran, porque unas pelotas tipo playero mucho que ver con la navidad no tiene. Salvo que en una noche como la de hoy haya siempre siempre siempre familiares que se dedican a tocar las pelotas, con la consabida terminación en broncas y discusiones que hacen verdaderamente inolvidables las fiestas.
Adjunto la imagen tomada en Béjar de una de dichas «iluminaciones» (en ambos sentidos de la palabra).

Pelotitas navideñas
Pelotitas navideñas

Tocando los güevos

La navidad también sirve -o quizá solo- para tocar los güevos y arrimar el ascua a la sardina. Cosas y caso. Unos roban las figuritas de los misterios, otros las destrozan y otros las aprovechan para sus propios fines. En el caso que les presento esta noche, el tipo ha usado sus conocimientos tecnológicos y las deficiencias de seguridad informática para reventar el sistema de funcionamiento de un reno con luces y sonidos. El artículo dice -mal dicho- que el tipo ha «hackeado» el sistema, aunque en realidad lo que quiere decir es que ha «crackeado» el mismo. La diferencia es notoria, en un caso «hackear» sería buscar una utilidad ampliada o distinta y en el segundo es alterar el uso pensado inicialmente mediante técnicas no autorizadas. En román paladín lo primero sería usar un cuchillo como destornillador (un «hack») y en el segundo sería usar un cuchillo como arma homicida (un «crack»). Es bastante evidente que una y otra cosa tienes matices diferenciadores que las hacen muy muy muy diferentes. Sin embargo los periodistos y las periodistas no paran mientes en esas menudencias y al final el término «hack» ha pasado a ser sinónimo de «crack». Quizá si usásemos menos anglicismos sin conocer en profundidad la lengua de la que vienen no pasarían estas cosas, pero pasan.
Tras este rollo les adjunto el enlace de la noticia y un pantallazo (por si en el futuro el enlace desapareciese). Se trata de que un reno que cantaba canciones navideñas (en inglés quiero creer) ahora dice boberías en castellano para incordiar a los catalanes. Entretenimientos, como ven, hay para dar y regalar y el que se aburre es porque quiere.

Hace 36 años…

Corrían tiempos de modernidad en el país. Se empezaba a perder el recuerdo nefando del dictador y del golpe de estado, y había un no-sé-qué de aperturismo provocado por la avalancha de gentes y gastos que supuso el mundial y que supondrían -ya en ciernes- la expo de Sevilla, la olimpiadas de Barcelona y todas esas cosas. Se podía escuchar a grupos nuevos de «la movida» y la modernidad nos invadía tanto en la radio como en la tele (La bola de cristal, busquen, busquen…)

El ayuntamiento de Salamanca estaba presidido en aquellos tiempos, si no me engaña la memoria, por Luis Málaga y la «Casa grande» (ver nota) decidió colocar una decoración navideña ad-hoc a los tiempos en el ágora salmantino. Se trataba de un remedo de árbol de navidad realizado con vigas de hierro pintadas de azul e iluminadas las ramas por neones azules y coronados en cada una de ellas por una especie de bolita también de neón de un celeste casi blanco. Un homenaje a los períodos industriales decimonónicos, se me antoja pensar. En la parte baja, iluminado por unas bombillas de incasdencencia había un amasijo de hierros -difícilmente apreciable en la foto- con un niño-dios, como mandan los cánones, es decir, en paños menores.

Por aquellos tiempos ya andaba yo de cámara réflex -recién estrenada y de segunda mano- en ristre y sin demasiados medios (ni objetivos luminosos, ni trípode) y sin demasiados conocimientos. Hice unas fotos al engendro que, sin duda, terminó en las fauces voraces de la fundición de Moneo. Necio de mí, de la parte inferior no hice foto detalle.

Como prometí en la temporada 2009-2010, he buscado y encontrado las fotos de los años 80 (concretamente de 1983) que allí citaba. He tardado como diez años en cumplir lo prometido, lo sé, es mucho tiempo, pero aquí están, amiguetes. Disculpen la baja calidad de las mismas que queda compensada por el valor histórico. De hecho he pasado un ratito buscando en San Guguel a ver si había alguna foto mejor que las mías, pero no las había ni mejores ni peores, simplemente no he encontrado ninguna.

Árbol de navidad de la plaza mayor de Salamanca en 1983
Árbol de navidad de la plaza mayor de Salamanca en 1983
Detalle del árbol de navidad de la plaza mayor en 1983
Detalle del árbol de navidad de la plaza mayor en 1983

Nota: Casa grande era un periódico publicado por el ayuntamiento y repartido de forma gratuita. El nombre hacía referencia al propio ayuntamiento y su diseño y contenido eran de amplio espectro y entrando en lo desenfadado para quitar peso al plomazo que era para los charritos de a pié la institución. Desapareció con el cambio de partido y le siguió una larga época -aún vigente- en la que el acercamiento al ciudadano se hace con la distancia que «obligan las formas». En el siguiente enlace se pueden ver algunas imágenes de esa publicación.

Fallo gordo, pero gordo gordo

Resulta que una señora que, según dicen, es vidente, tuvo el otro día la osadía de publicar a los cuatro vientos el número que los espíritus (sic) le habían sugerido. Sea porque los cuatro vientos este año vienen huracanados, sea porque los espíritus adelantaron la celebración del día de los inocentes, el caso es que la señora vidente ha tenido un craso fracaso: no ha acertado ni el número, ni se aproximado, ni la terminación y ni siquiera el lugar, al menos esta vez. De hecho ni la terminación de ninguno de los premios del 1º al 5º corresponde a la predicha. No tubo esta vez tanta suerte ella -ni sus seguidores- como aquella otra en la que parece que sí gano una pasta gansa hace un tiempo en la vecina nación portuguesa. Eso dicen, al menos.

Si algún visitante creyese que esta señora es la única a la que los entes le han soplado el número, se equivoca, porque según dicen en el artículo este, a otra que también habita en Galicia le ha pasado más o menos lo mismo, un fracaso. ¿O no? Porque en estos casos y en muchos otros es de recordar el uso de la máxima latina «Qui prodit?», o sea, ¿a quien beneficia? Quizá con el uso del raciocinio y la sugerencia de la máxima podamos llegar a alguna conclusión. O quizá no, y todo se deba a que como buen castellano llevo la ropa interior tejida con sorna, ironía y desconfianza.

Y no, no pienso entrar en el comentario fácil de las dimensiones físicas similares, por si alguien lo esperaba.

El baño de mi casa es particular…

O quizá no tanto. Pero como la navidad bien entendida empieza por uno mismo, he aquí la decoración de la taza del váter que he colocado. Para poder cagarme en la navidad con toda la propiedad de la frase. Podría también hacerse un cachondeo con lo de «el gordo» tal día como hoy, pero creo que quedará para el año próximo.

Por supuesto y para que conste que el que escribe estas páginas también se ridiculiza a sí mismo, aquí queda la entrada y la correspondiente foto.

Cobertura papa noel para la taza del váter con alfombra

Be-lén-e-lec-tró-ni-co-bip-bip-bip

El misterio electrónico o el misterio de la electrónica. He ahí la cuestión. De momento se ha escrito más sobre Jesucristo que sobre electrónica, probablemente, pero la balanza al final se inclinará hacia esa ciencia-técnica tan útil (por ejemplo para escribir estas chorradas de adviento). La construcción que aprecian en la foto es vieja (viejísima a tenor de los componentes usados y el contendor, una vieja radio de válvulas) y se encuentra en la calle Mayor de Reinoso de la otrora industriosa Béjar (Salamanca). Allá pueden uds., entre paseo por «La covatilla» y el «Jardín del Bosque» apreciar la artesanía que hoy les traigo para deleite.

Belén hecho con componentes electrónicos
Belén hecho con componentes electrónicos

Y aquí un detalle de las figuras humanas -es un decir- del misterio.

Belén hecho con componentes electrónicos
Belén hecho con componentes electrónicos

Tiene bemoles la cosa

Hay alguien que todos los años se tortura a sí misma -sobre todo- con los conciertos navideños. Es una muestra de su buen corazón, indudablemente, el ahínco, la energía y el tiempo que dedica a estas activiades. Ayer, sin ir más lejos, hizo tres actuaciones entre Palencia y Valladolid, todas de forma altruista. Hoy ha hecho una que lleva una década de recorrido en el portal de su casa. La vecindad se vuelca con el evento, no es para menos, en pocos portales se pueden ver estas cosas. Ha tocado este año copla, en versión flauta y piano con acompañamiento de palmas, cantares -ejem- y tarareos variados con buena intención y poca -o ninguna afinación- que daban ambiente a la cosa. Se ve buen rollo entre los vecinos, quizá por ese consabido espíritu navideño, habrá que ver cómo se llevan los 364 días restantes.

En fin, quede como muestra de que hay gente a la que le gusta la navidad y hace además porque todos disfruten de ella. Cómo será la cosa que hasta yo acudo a la llamada, huyendo cobardemente -eso sí- cuando empieza al retahila de letanías ñoñas a las que llaman villancicos. Conste que eso me hace perder el ágape posterior que vaticina y anuncia los que la semana próxima tendré por insoslayables.

Húmeda y pegajosa

De entre las innúmeras maneras de decorar que la gente ingenia algunas son verdaderamente originales. Hasta estéticas. Vean sino este traje otoño-invernal con sabor navideño que he encontrado esta noche en el paseo de la estación de Salamanca. Se trata de un remedo de traje hecho con musgo (húmedo) y pino (pegajoso), un buen resumen de cómo está siendo esta temporada la navidad. Falta el viento, pero con solo un pequeño soplido que salga de sus bocas, estimado público, estará completo el cuadro.