La transformación del oro en plomo, la conversión de una de las más bellas plazas del mundo en una horrendez digna de aparecer en este y otros blog. Vean como el consistorio dirigido por Mañueco ha transformado en un horrendo espacio a la espectacular plaza mayor de Salamanca. La fotografía no puede expresar todo el espanto que produce la contemplación del espacio tras la intervención navideña. Otro motivo de oprobio más para odiar la navidad y sus efectos secundarios: el gasto imbécil y la horterada. Espero lectores que no tengáis que pasar por el horror decorativos estos días. Volved, eso sí, a este lugar de belleza simpar transcurridas estas-fechas-tan-señaladas.
Belén LED en la plaza mayor de Salamanca
P.D.
Igual, pensando un poco más, las feísimas luces verdes y rojas son un
guiño a los portugueses que gustan de acudir a la plaza para celebrar el
año nuevo (españoles no van apenas). En este caso el espanto se ve
compensado por el buen gesto de consideración a los hermanos portugueses
a los que tan injustamente hemos dado la espalda durante siglos.
Gentes varias que habeis dirigido vuestros pasos a este
santo lugar en este dia infame: ¡Mi más sentido pésame! Vosotros, al
igual que este que suscribe, estaréis echando espumarajos por la boca
viendo la hipocresía y el mercantilismo que nos rodean. Estaréis,
supongo, indignados porque el solsticio de invierno haya sido absorbido
por los católicos a pesar de ser muy anterior al nacimiento de Cristo.
Sufriréis, como todo bicho viviente, la tortura de pasear por ciudades
engalanadas a la moda más hortera, con brillos horteras, luces
espantosas, alfombras rimbombantes, muñecos siniestros y un sinfín de
agresiones a las pocas mentes sensibles que aún en este mundo cochino
hay. La navidad, como todad tortura, tiene un final. Tan sólo unos pocos
días más y habrá terminado. Mientras tanto aquellos que tengáis
familias con la que os llevéis bien, disfrutad de su compañía. El resto
apretad un poco más los dientes.
Como entretenimiento os recomiendo las lecturas de este y otros años que han ido pariendo mis cabreos y que están volcadas en estas páginas. Cuando se os acaben aquí hay muchas muchas mas.
Estoy dudando si no sería mejor que esta entrada apareciese en el estupidiario , pero bueno, como tiene que ver bastante con la maldita navidad y sus miserias, pues aquí va. La foto, de poca calidad, es la de un pobre mortal ya en sus últimos años de vida, que mira la lista (no oficial) que los periódicos publican con los resultados de la lotería de ayer. A juzgar por la cantidad de papelitos que el señor manejaba entre sus manos, se podría asegurar que la cifra gastada tenía dos ceros si no tres. Y aquí está, el pobre miserable de espíritu en la chocolatería, mirando a ver si los premios obtenidos compensaban lo gastado. Lo que por esta piel de todo, visitantes de otros continentes, se expresa con «que toque lo jugado», sin pensar que lo que se juega, la ilusión, nunca te la pagan de vuelta. Que lo que se juega en estos casos y siempre se pierde, el tiempo, tampoco nos lo pagan. Me pregunto que habría hecho este hombrito si le hubiese tocado un premio gordo, uno de estos de cinco o seis ceros…
Lamentable espectáculo, no obstante, porque la lotería es la confianza del imbécil en la suerte del azar en lugar de la reivindicación del derecho. Porque confiar en que un golpe de viento nos traiga la riqueza en lugar de luchar por la redistribución y la justicia en la gran lacra de este maldito terruño que condena a sus viejos al hambre y a sus jóvenes a la emigración y la esclavitud. Gran invento, la lotería, que recauda impuestos a manos llenas sobre todo de aquellos que menos tienen. No me extraña que en Cuba esté prohibido el juego, me pregunto si también estarán prohibidas las revistas del corazón. Y no sigo, que queda mucha navidad para despotricar.
Por cierto, que si algún lector o lectora está interesado en escribir de forma regular en esta santa página no tiene más que decirlo, siempre se agradece una mano. También hay un libro de firmas donde se puede escribir.
Actualización: Ya no hay libro de firmas para evitar recoger datos de visitantes y cerrar las puertas a los revienta-páginas.
Si no encuentra usted el regalo del siglo es porque no
quiere. La gilipollez futbolera llega a tal punto en este puto país que
los diseñadores de objetos de todas las categorías caen en el agujero
negro de la horterada al menos una vez. Vean esta cama de mascotas con
el logo de un conocido equitpo de fútbol. Pobres bichos, la que tienen
encima. Claro, por eso en ciertas religiones se considera que
reencarnarse en un perro es un descenso en la escala del karma.
¡Ay, qué cartel! Declaraciones de principios, mensajes
vacuos, ilusiones vacías, contenidos mediocres, diseños obsoletos,
deseos imposibles, informaciones erróneas, tradiciones incontestables,
sociedades imposibles, inmovilidad asfixiante, el oxímoron invernal.
¡PUTA NAVIDAD! Y lo peor de todo es que será así, también, el año que
viene y el siguiente y así «ad infinitum».
Bueno, casi. Se trata del intento de la peluquera del barrio, Flori, por que las navidades de este año sean un poco más luminosas. Agradecemos el intento, pero los políticos y otras malas yerbas nos harán la vida imposible estas fechas y las siguientes. En todo caso, hortera, como corresponde a-estas-fechas-tan-señaladas.
Viva la bobería, la moda estúpida, el dispendio absurdo, la imbecilidad extrema, la horterada provinciana, la ridiculez estética, el mal gusto y, sobre todo, la ejecución de jóvenes cuerpos en pos de unas tendencias tan crueles como espantosas. Vean la foto tomada en la calle Mantería de Valladolid, donde se hace gala de todo lo anteriormente dicho adornado además con algo que en estas páginas tanto admiramos: la puta decoración navideña.
Otra entrada de la serie de mejunjes mentales que se
preparan en las cabezas de los mortales. Vean este parchís nazareno
fotografiado en Cádiz. Un lujito de tragaderas mentales, sin duda
comparable a los nazarenos futboleros de Valladolid que ya comentamos
hace tiempo. Bueno, tampoco hace falta ir muy lejos en esta época, vale
con salir a la calle y ver cómo los ciudadanos de medio mundo hacen
lucir escaparates en pretendida alusión al dios de los cristianos (que
al parecer nació en verano) cuando en realidad lo que celebran es el solsticio de invierno según los cánones ancestrales. Y eso si mencionar al papanöel-santaclaus,
un enjuague de tradiciones, supersticiones y otras yerbas comerciales.
Sigan los enlaces de esta entrada para investigar un poco y luego, en
lugar de andar rezando por ahí, pueden dedicar un rato a culturizarse
sobre estas y otras cosas de cristianos. Con otras religiones no me meto
por falta de conocimientos, no vayan a creer.
Continuando con la entrada de ayer, les ofrezco otra imagen tomada en Cádiz, cuya larga historia y sus buenas digestiones espirituales han dado lugar a sincretismos sin igual en Europa. Las creencias en el dios suerte, en el dios dinero y en el dios de los palos, aunadas con gracejo y sin vergüenza alguna en este escaparate gaditano. La foto está tomada en verano, con esa costumbre que se ha puesto de moda de comprar lotería en otro lado, porque ya se sabe que en casa nunca toca.
El diseño llevado a su máximo exponente en esta horrenda
figurilla que quiere parecer un arbolito de Navidad combinado con un
Papá Noel. Un lujo (probablemente asiático) cuya adquisición es posible
en una tienda de la calle Mayor de Reinoso en Béjar y seguro en otros
mil lugares de este puto planeta adorador de mitos.